miércoles, 7 de mayo de 2008

De rojo queda nada, del resto hay de todo

Lejos quedaron las populares casas de putas. Se han ido las “locas” de la calle, buscaron otras veredas. Han desaparecido los vestigios de lo que fue la calle San Camilo, si hasta su nombre ha cambiado, hoy se llama Fray Camilo. Grandes edificios han ido reemplazando a la mayoría de sus viejas casas.

Ya no hay destello alguno de la luz roja que alguna vez envolvió a este barrio. Sólo quedan las historias. Las pocas casas antiguas que persisten y el único sité que se mantiene en pie, alcanzan apenas a contar de las redadas, de las noches de juerga, de políticos metidos entre las piernas de una puta, o de “la Angelina” y su cafiche, el “Carne Amarga”. Apenas pasa gente por sus veredas, y en la noche el silencio reemplazó a la música de las fiestas y a la risa de los jaraneros.

Una farmacia de una importante cadena nacional trae consigo la muestra del cambio que está viviendo el barrio, lo mismo hace un gimnasio con su infinidad de máquinas de ejercicios. Pero de alguna manera, nada ha muerto, basta recorrer con atención la calle y sus alrededores para reconocer que esto tiene la misma vida que antaño. Sólo han cambiado un poco las personas, han aumentado su número, gracias a la enorme cantidad de edificios de departamentos, mas en el rostro del anciano parado en la vereda, fuera de su casa, llevando en su mano una jaula con un canario dentro, se ve que los años no han pasado.

La Posta de Urgencia Pública sigue adornando de suspenso por cuadras y cuadras con cada ambulancia que se le acerca. Y en la calle Portugal -hermana paralela de la calle Fray Camilo- cuatro funerarias abiertas día y noche, aportan lo siniestro. También, de vez en cuando se asoma el Ejército de Salvación a entregarles comida a los indigentes apostados fuera del recinto hospitalario.

Conviven alrededor del antiguo “San Camilo”, historias, emergencias, familias cumpliendo el sueño de la casa propia (más bien, el departamento propio), jóvenes que de lunes a viernes se sacan las pestañas estudiando en las facultades de la Universidad de Chile y la Universidad Católica, una que otra pareja homosexual, entre medio varios vecinos extranjeros, de Colombia, Perú, Bolivia y hasta España. Es un barrio donde se puede encontrar de todo, donde muchos llegan a morir, y otros tantos a vivir.